De
Campa Fresneo a El Condao
Campa
Fresneo
El
asentamiento de las primeras sociedades agrícolas y ganaderas en Asturias
cabría situarlas en el momento del despegue de la cultura megalítica, cuyas
realizaciones estarán presentes en aquellas zonas donde el pastoreo se hallaba
más asentado. Serán comunes entonces los poblamientos en zonas de media montaña
en los que el pastizal se podía conjugar con parcelas cultivables.
Elementos
significativos de esta cultura son las construcciones funerarias que con frecuencia
aparecen erigidas en zonas elevadas, bien visibles a considerables distancias y
en puntos destacados de montañas o collados a fin de delimitar rutas o límites
territoriales. Estas sendas habían adquirido ya en este momento, y dentro de un
territorio progresivamente integrado, una señalada importancia. Será en este
contexto en el que quepa suponer un temprano y significativo poblamiento de
Laviana que se encuentra confirmado por los agrupamientos tumulares de la Campa
Fresneo.
En
lo que se refiere a la modernización del campo asturiano, si en buena parte de
España fue facilitada por los cambios en el sistema de propiedad en Asturias no
ocurrió de este modo; por el contrario su estructura constituyó un claro
impedimento para ello. El paso a una especialización agrícola se produjo tras
el gradual abandono del cultivo cerealístico, que solamente rentaba a nivel de
subsistencia, y una introducción en el mercado agrario a través de la
explotación ganadera; lo que se acelerará a principios del pasado siglo con la
adopción de medidas como la importación de razas más productivas. De este modo,
se fueron abandonando paulatinamente los cultivos tradicionales y se crearon
industrias dedicadas a la exportación de leche y a la producción de derivados
lácteos.
En
la sociedad tradicional asturiana la mayor parte de las reses se hallaban
acomuñadas, compartiendo su titularidad los campesinos con las clases
acomodadas. A lo largo del siglo XIX la comuña será una institución plenamente
vigente, pero iría cayendo en desuso a medida que la inserción de la economía
campesina en el mercado permitió a los aparceros ahorrar el dinero suficiente
para comprar su propio ganado. Dicha inserción se realizaría a través de la
especialización ganadera, y significó que la familia tradicional se
transformase en una unidad de producción cada vez más enfocada en esa
dirección, aunque no dejando caer en total desuso otras labores agrícolas.
Los
usos pascícolas del suelo, por consiguiente, serán los más relevantes, sobre
todo los aprovechados a diente –también los había de guadaña– por el ganado en
una trashumancia (que en el caso lavianés era de radio corto) para optimizar
todos los recursos del medio. El sistema pastoril de movimientos estacionales
regulados el elemento esencial en la cultura ganadera de nuestro concejo.
Capilla de La Caridad. La Robellá
Fue un arreglo
parroquial el que permitió su segregación de El Condao y posterior
incorporación a la parroquia de La Pola. Es la población más alta del Valle de
La Cuesta de La Pola.
Si bien la construcción
de una vía hasta La Robellá reorganizaba el territorio y otorgaba una nueva
concepción espacial al municipio, a la par que una conexión de la población con
la capital de concejo que facilitaba en buena medida su devenir diario, otro
tipo de servicios básicos se demorarían de un modo notable, aunque a la altura
de 1906 contaba con una escuela incompleta mixta, pese a que en 1911 aparece
mencionada como una aldea de 25 habitantes. De este modo, el 22 de diciembre de
1953 se inauguraba el servicio eléctrico o, en 1969, la Delegación Provincial
del Ministerio de Información y Turismo entregaba una televisión al tele-club
recién fundado.
La Robellá formó parte
de la parroquia de El Condao hasta 1892. Con una altitud de 630 metros domina
el valle de La Cuesta y ocupa una pequeña llanura por debajo del Picu Xerrubil
y Campa Cimera. Esta altitud facilitó una especialización ganadera muy cotizada
desde el Antiguo Régimen.
De aquí surgió uno de
los linajes más poderosos de Laviana: los Menéndez Argüelles, poseedores de La
Casona de La Robellá y fundadores y patrones de esta famosa capilla de La
Caridad. Antonio Menéndez, tercer poseedor del mayorazgo, regidor y alférez de
la capitanía de Laviana, rehízo hacia 1650 el antiguo casar-torre y solar de
sus mayores, colocando en la fachada principal el espléndido escudo de su
linaje que aún hoy podemos admirar.
La ermita de La Caridad
se ubicó en la vieja torre, conservando en la actualidad parte de sus muros y
techada por una elegante bóveda de crucería.
En su interior destaca
el retablo barroco sin dorar, fechado en 1731, y realizado por el ensamblador
avilesino Pedro Álvarez. Un magnífico ejemplo del esplendor y cotización de
estas tierras y muy relacionado con el retablo mayor de Llorío. Preside dicho
retablo una imagen de la Virgen de La Caridad, de procedencia iberoamericana,
flanqueada por las figuras de San Antonio de Padua y San Francisco de Asís,
todas ellas de buena factura.
(Rosa Álvarez Campal)
La Ferrera, Boroñes La Xerra
Desde la capilla de La
Caridad, y hasta llegar a la Casona de los Menéndez en L’Aldea, se pueden
recorrer los pueblos de La Ferrera, Boroñes y La Xerra, disfrutando a lo largo
del itinerario de algunos de los paisajes más hermosos del concejo, dado el
precioso y amplio valle que éstos conforman.
El patrimonio
etnográfico local se encuentra magníficamente representado en todos estos
núcleos, destacando el conjunto de hórreos de La Ferrera, hallándose también en
esta población la capilla dedicada a San Antonio y Santa Eulalia. Se conserva
aquí, por otra parte, algún elemento arquitectónico de la casa de los
moranes,
construcción de época barroca.
En Boroñes se ubica la
Capilla de Santa Rita, de la que se tiene conocimiento desde fechas anteriores
a la Restauración y que con anterioridad estaba dedicada a San Ramón no nato.
Fue destruida por un incendio en mayo de 1934, junto a las imágenes que
custodiaba, y posteriormente reedificada, siendo un centro religioso de gran
atracción en todo el Valle del Nalón y cuya celebración, en el mes de mayo,
goza de gran popularidad; incluso más allá de los límites de municipio. Destaca
en esta población, además, la conocida como Casa de Bernaldín.
En La Xerra, en la que
no se constata la presencia de establecimiento religioso alguno, gozaba de gran
predicamento la celebración del carnaval, constituyendo su fiesta mayor un antroxu que duraba diez días y
que era conocido como la fiesta´l pecau.
En L’Aldea destaca, junto al conjunto palaciego al que ya se ha hecho
referencia, El Corón, que posiblemente haya sido un asentamiento castreño.
Pies de foto: Boroñes y L’Aldea
Rincón de La
Ferrera
Desde la Campa los
Difuntos,
La Xerra, Boroñes
y L’Aldea
Casona de los Menéndez L’Aldea
Casa solar de los
Menéndez Argüelles, una de las familias de abolengo de mayor raigambre en el
concejo junto los Álvarez Celleruelo (con quienes hacían frente común ante las
injerencias del marqués de Camposagrado), siendo regidores perpetuos,
ostentando numerosos cargos (escribanos de número y alféreces de la capitanía)
y poseyendo unos destacables dominios territoriales. Se entrelazarán con otros
miembros de la nobleza regional a través de diversas alianzas matrimoniales,
sobresaliendo entre los de este linaje la figura de Mariano Menéndez, último
gobernador de Filipinas.
Se trata de una
construcción de planta cuadrangular levantada sobre una ladera, lo que
determina una fachada principal de una sola planta y una posterior de dos. A la
fachada sur se encuentra adosada una capilla, presentando la norte una galería
de dos pisos. Los muros están realizados en sillarejo, reservándose la piedra
trabajada para el remate de los vanos.
El
palacio, de origen barroco, ha sido objeto de numerosas modificaciones a lo
largo de los años; remontándose actualmente sus vestigios más antiguos al siglo
XVI y habiendo sido ampliado de forma ostensible durante las dos centurias
siguientes. En cuanto a la capilla-torre (advocada a San Francisco), levantada
sobre un zócalo de piedra, se abre en arco de medio punto con dovelas de buena
factura y se remata en cornisa de piedra de perfil abocelado bajo el que se
ubica el escudo nobiliario (cuyo lema reza: "Por la
Ley, por el Rey"). Los vértices del tejado a cuatro aguas se rematan con
bolas ornamentales. La cubierta, de bóveda estrellada con las claves decoradas,
descansa sobre unas ménsulas. Los muros de esta construcción se encuentran
decorados con rústicas pinturas de difícil datación. Fue declarada Bien de
Interés Cultural en 1995.
Iglesia parroquial de El Condao
Identificada en los
textos medievales como la iglesia-monasterio de San Esteban de Salices, la
iglesia parroquial de El Condao fue donada en el año 1158 por Doña Urraca, hija
de Alfonso VII, al monasterio ovetense de San Vicente. En la donación se
expresa que se hace con todas sus heredades, edificios, plantaciones y toda su
feligresía, por lo que se entiende que la parroquia del Condao estaba ya
plenamente constituida.
Este edificio, situado a
medio camino entre la parroquia Riba y la de Abaxo, y situada frente a un
antiguo castro que domina el pueblo de L' Aldea, con su torreón medieval, tiene la peculiaridad de haber conservado su
ubicación medieval y algunos restos arqueológicos que aún se pueden localizar.
Remozada y ampliada en
el siglo XVII y XVIII, poseía un importante retablo barroco compuesto por
columnas salomónicas que por desgracia no se conserva como consecuencia del
incendio sufrido durante los meses previos al estallido de la Guerra Civil. De
aquel incendio se salvaron parte de los libros parroquiales y la imagen de
Nuestra Señora del Rosario.
Hay que destacar, como
parte importante de
este conjunto
monumental, la presencia del viejo texu con su rodeada que desde tiempos
inmemoriales presidió el centro de la plaza de esta iglesia. No sólo fue
símbolo de la espiritualidad ancestral asturiana, sino que además, fue el lugar
elegido para la reunión de los vecinos en los momentos donde se debían de
dirimir asuntos vecinales.
(Rosa Álvarez
Campal)
El Condao
En el centro de El
Condao funcionaba a mediados del siglo XIX un alto horno para la fundición de
cobre; y, en 1884, la sociedad madrileña Romero Díaz y Compañía construía una
fundición moderna, con luz eléctrica y comunicada con las minas de Llampaces
por un cable sin fin de 1.000 metros. Hacia 1900 estas minas ya no se hallaban
en explotación. Los yacimientos constituyeron ya objeto de estudio en 1818,
pero hasta 1856 no se emprendería su explotación, corriendo la misma a cargo de
José Ramón Arias Cachero; aunque parece ser que en la década de los cuarenta,
la Unión Asturiana explotaba aquí una mina de calamina. Arias intentaría operar
a gran escala, pero la ausencia de recursos le obligaría a trabajar de forma
más modesta. La iniciativa produjo consecuencias evidentes en el orden
socioeconómico y en el paisaje, pero los esfuerzos del industrial se
estrellaron con toda una serie de contratiempos. Causas similares se hallarían
en el periplo de Félix Romero y sus socios. El principal problema de la empresa
radicaría en la ausencia de previsión en lo que se refiere a la cuestión minera
y en la marcha del químico francés que había venido a impulsar el proyecto.
En 1171 Fernando II y su
mujer doña Urraca hicieron donación real de un heredamiento a favor de Ordoño
Pelayo denominado Senuncia o Seuncia para que se edificase allí un hospital, lo
que posiblemente fuese la raíz de la malatería de San Lorenzo de Comiyera, que
funcionaba ya como leprosería en 1289, habiendo actuado hasta aquel momento
como hospital de peregrinos llegados por el camino de Tarna. Fue una de las
leproserías más importantes de Asturias y contaba con numerosas posesiones.
Acogía sobre todo enfermos de los concejos de Laviana y Sobrescobio y funcionó
hasta principios del siglo XIX. El párroco de El Condao tenía el título de
abad.
La conocida como Casa de
Rosa Elvira o del Xerrón, fue construida por Luis Álvarez Junco en 1650,
pasando posteriormente a manos de los Menéndez de L’Aldea. Fue reformada en el
siglo XVIII, apareciendo entonces las inscripciones bajo los dinteles, fruto
del uso del edificio como albergue de peregrinos, dado que su propietario era
abad de Comiyera. De estilo barroco popular, presenta planta rectangular,
dividida en dos alturas. El inmueble es conocido por sus dos inscripciones
alusiones a la práctica hospitalaria a las que se asocia una leyenda: "AVXILIUM
MEVN A DOMINO qVI FECIT CAELVM ET TERRAM p SAL IZO" y "DARA POSADA
A LOS POBRES EL QUE HABITARE ESTA CASSA Y NO LA OCUPE NI HEREDE EL QUE NO
QUISIERA DARLA AÑO 1779".
Destaca también la
conocida popularmente como Casa de Les Boles, que, pese a sus innumerables
remodelaciones, conserva un vano rematado con cinco bolas de piedra, recurso
frecuente en la decoración bajomedieval. El edificio presentó, hasta principios
del siglo pasado, torre defensiva de planta rectangular; sobreviviendo para la
zona el topónimo de Torrevieya.
El Condao ganó en 1969
el premio Pueblo más bonito de Asturias, dotado por el Ministerio de la
Gobernación con la nada desdeñable cantidad de cien mil pesetas, que debían ser
destinadas a la obra local que más necesaria les fuese en el momento.
Torreón de El Condao
La presencia romana en
Laviana queda constatada con la presencia del torreón defensivo y de vigilancia
de El Condao, cuya construcción data de la época de Augusto y que sería
remodelado durante el reinado de Alfonso I. El concejo se encontraba en el eje
del itinerario romano que, desde el puerto de Tarna, seguiría el curso del río
Nalón. La torre ocupa un lugar estratégico ya que, elevada sobre un promontorio
de roca caliza, se beneficia del estrechamiento que se produce en la zona del
Barriyón.
Es de planta rectangular
y se halla edificada en muro de mampostería con cal y arena. La partes
originales que se conservan de la fortaleza, vertiente suroeste y sureste,
presentan en las esquinas sillería trabajada con mayor calidad. El acceso al
edificio se realiza por el lienzo oeste, pudiendo conservar la escalera de
acceso la fábrica original en el muro de contención de la caja y accediéndose
al interior a través de una puerta rematada en arco de medio punto. Parte de
esta cara se ha reconstruido en hormigón, añadiéndosele una ventana de factura
moderna a lado de una saetera original sobre la que se encuentra el escudo de
armas también añadido en época contemporánea. La fachada sur conserva su
aspecto original, manteniendo una saetera; mientras la norte se halla
totalmente modificada.
Esta edificación, junto
a la Casa de Les Boles y la Torre Vieya pertenecieron hasta mediados del siglo
XIX a la casa de la Rúa, pasando entonces a ser propiedad del marquesado de
Santa Cruz del Marcenado, lo que supuso el deterioro del conjunto.
Posteriormente pasará a manos de Vicente González Regueral , marqués de Santa
María de Carrizo y senador; quien mantendría una tensa relación con los vecinos
y acometerá intervenciones poco afortunadas en la construcción.
Y es que el edificio se
dedicaba a usos comunitarios diversos; siendo frecuente, por ejemplo, que en él
se instalasen de modo temporal algunos matrimonios jóvenes. Estas actuaciones
dan cuenta de unas prácticas grupales en las que asociaba de manera indisoluble
la torre a los vecinos. Por otra parte, no sería infrecuente que, al amparo de
sus muros, se celebrasen bodas y otros eventos claves en el discurrir de la
vida comunitaria; albergando durante un tiempo la fragua de la familia Begega.
Esto explica el hecho de
que, en 1927, los vecinos solicitasen al ayuntamiento la cesión de la torre
para instalar un centro de instrucción,
amparándose en un decreto ley sobre monumentos nacionales. La contundente respuesta
del marqués tensará de modo evidente el asunto y, ante la intención de declarar
el monumento de propiedad vecinal durante la II República, responderá aquél con
la interposición de un recurso contencioso-administrativo contra el consistorio
del que saldría victorioso.
Esta torre defensiva ha
sido declarada Bien de Interés cultural en 1994.
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